No usar el escudo como escudo

Somos campeones. Y lo somos, con mucho valor. Porque esta Supercopa se ha jugado en prime time. En el mejor momento y con los mejores rivales.

Hemos ganado, ganando a los mejores. Hemos ganado, siendo los mejores. Con fuerza. Con seguridad. Con fe, que es lo que se nos presupone. Lo que presupone este escudo. Pero también con buen fútbol. Con remontada en el último minuto y gol antológico en la prórroga. Puestos a buscar un guion de película, solo habría faltado un robo atrás de Goicoechea, prolongación a Guerrero que abriera a la banda a Etxeberria; este la habría colgado perfecta, y Zarra, peinando hacia atrás, habría dejado la pelota perfecta para la chilena de Aduriz.

Ayer pareció todo fácil y no sabemos por qué. O sí lo sabemos, pero no sabemos explicarlo. Porque como decía Pascal, el corazón tiene razones que la razón no entiende. Así que no entendemos cómo ocurrió, pero sí entendemos lo que ocurrió. Porque sabemos que cuando decimos que somos únicos, somos los únicos que estamos en lo cierto.

Y es esta la senda que hemos de seguir. Supongo que esta es la idea a la que debemos aspirar: la de hacer de esta unicidad, la causa de atractivo y nexo especial. La causa de que el escudo trascienda a la institución. La causa de que la gente quiera venir a jugar aquí, porque hacerlo en otro sitio no sería lo mismo. Y eso, nos costará. Pero si es una apuesta que se hace desde la fe, nos meterá en un círculo virtuoso. Hemos de apostar por nosotros mismos. Apostar por un equipo que es único en un sector que lo es también. Porque por mucha calamidad que asole el mundo, el mundo no es capaz de renunciar al pan y al circo. Y el fútbol es uno de los circos más espectaculares que existe.

Es un momento de reflexión, como todo momento importante lo ha de ser. Sabemos que defender este escudo y lo que su filosofía conlleva, a veces se nos ha atragantado. Pero eso ha ocurrido cuando lo hemos usado como mero “escudo” para defendernos, y no como “bandera”.

Porque este escudo no cobija a unos nombres propios, sino a todos los que alguna vez han defendido sus colores. Por eso, quizá ayer sí estuvieron en el césped esos Zarras, Goicos y otros ilustres clásicos. Porque allí estábamos todos. Es un escudo que protege y guarece, pero que lo exige todo. Es un escudo generoso, porque cuando lo enarbolas… te concede glorias como la de anoche. Enhorabuena, campeones.