Un poco de optimismo

Que no hay vacunas. Que no podemos salir. Que si otra ola. Que si la política está llena de políticos. Que si… ¡Stop! El pensamiento negativo actúa, de suyo, en bucle. Y hacen que estemos tan dentro de la rueda, que no podamos frenarla. Pero hay que frenarla.

Las preocupaciones se zanjan con ocupaciones. Atribuyen a Van Gogh esta frase: cuando pienso “no pintes, no merece la pena”, sencillamente pinto más fuerte. Porque puede parecer que lo que sentimos provoca nuestras actuaciones. Pero nuestras actuaciones también provocan lo que sentimos. Por eso, creo que las palabras pueden llegar a ser los sortilegios que conformen nuestros sentimientos. Elijámoslas bien.

Una de las mejores vías para generar optimismo es ser agradecido. Eso conduce a un pensamiento positivo, al principio forzado, pero que ha quedado demostrado que, psicológicamente, acaba predominando sobre lo negativo.

Podemos agradecer que ya llegó la primavera. Que poco a poco, veremos más el sol. Que no hay viajes en Semana Santa, pero hay historias fantásticas (literarias y audiovisuales) para descubrir. Que quizá podamos hacer ejercicio. Que hoy puedes ir a ver a un amigo. Que las vacunas continúan, Dios sabe a qué ritmo, pero continúan. Que la comida de hoy ha sido estupenda. Que si tengo a alguien enfermo en casa, puedo cuidarle. Que si soy yo el enfermo, quizá hay gente que me cuide. Que ahora es el momento de escuchar esa canción. Que no me apetecía salir, pero he salido. Que la próxima ola que veamos, quizá sea en el mar. Que he visto amanecer. O atardecer. Que dentro de poco -dentro de poco, ya lo verán- dejaremos de echar de menos esos abrazos.